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Antonio Orozco ha decidido mostrarse como nunca antes: vulnerable, sincero y profundamente humano. Con su nuevo álbum, El tiempo no es oro y un documental estrenado en Prime Video, el artista catalán relata el duro camino que ha recorrido hasta llegar al presente. "Cuando empezó todo esto, yo había tocado fondo", confesó en 'El Hormiguero', donde presentó emocionado lo que considera "el disco de su vida". A través de su música y su historia, Orozco lanza un mensaje: pedir ayuda no es debilidad, es valentía.
Durante los últimos años, Orozco ha lidiado con una serie de pérdidas emocionales que lo dejaron sin fuerzas. La muerte de su expareja, Susana Prat, madre de su hijo Jan, supuso un antes y un después: "Era la persona más importante de mi vida". A eso se sumó una acumulación de duelos sin sanar, incluida la muerte de su padre en su juventud. "No supe gestionarlo. Solo trabajaba más y más para no sentir", reconoce. Como consecuencia, su salud física también empeoró: llegó a pesar 127 kilos y perdió incluso la voz. "Tuve que aprender a cantar otra vez", recuerda.
El verdadero punto de inflexión llegó con la terapia psicológica, a la que acudió por primera vez tras escuchar a compañeros del sector hablar abiertamente sobre salud mental. "Fue como si me pusieran lentillas y empezara a ver cosas que tenía olvidadas", cuenta. Esa primera conversación le cambió la vida. "En 20 minutos, el psicólogo me dio respuestas a problemas que arrastraba desde hacía 20 años. ¿Por qué no lo hice antes?", se pregunta ahora, animando a otros a dar ese mismo paso. Desde entonces, ha perdido 22 kilos pero, sobre todo, ha ganado perspectiva y paz interior.
El artista explica que su aumento de peso no fue casual. "No comes porque tengas hambre. Comes, gritas, bebes... porque hay algo dentro que no te deja descansar. Lo llaman ansiedad, lo llaman estrés. Pero lo que hacen es romperte por dentro". Y aunque reconoce que su transformación física ha captado la atención mediática, insiste en que esa es solo la punta del iceberg. "El clickbait ha sido el peso, pero la verdadera historia está en lo que no se ve: el dolor no hablado, las emociones tragadas" Ahora, por fin, ha soltado ese peso invisible que llevaba sobre los hombros.
Una nueva vida, un nuevo Orozco
Hoy, Orozco vive en su casa en Sitges, frente al mar, con su pareja y su hija pequeña, Antonella. Disfruta de su familia, de su música y de una vida más consciente. La madre de su hija, que se mantiene en el anonimato por decisión propia, ha sido un pilar en este proceso. "Cada uno sabe dónde quiere estar. Ella ha elegido cuidar de su privacidad y yo lo respeto profundamente", dice. A sus 52 años, el cantante renace con fuerza. Ya no quiere solo sobrevivir, quiere vivir de verdad. Y El tiempo no es oro, su álbum más íntimo, es la prueba sonora de ese renacimiento.


