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Aunque el Rey intensificó su agenda oficial en Catalunya en los peores momentos el procés, la Reina intenta no viajar tanto. Su papel de consorte no le obliga a asistir a determinados actos, pero hay algunos a los que tiene que acudir. Doña Letizia no se niega, faltaría más, sabe cuál es su papel y lo cumple a la perfección, aunque no disfruta tanto como antes en sus visitas a Catalunya.
El motivo no es la aversión del independentismo a la Corona, ni recordar los abucheos que les dedicó el público en el Liceu de Barcelona en mayo de 2013, sino los comportamientos de personas con las que pasaba tiempo en el pasado.
Los desengaños de la Reina Letizia
Como señala Pilar Eyre en su blog de Lecturas, la gente a la que frecuentaba en su visitas a esta región mediterránea no era discreta y traicionó su confianza. La Reina valora mucho que la gente con la que comparte su tiempo sea discreta, algo que sí ha conseguido con las personas de su entorno en Madrid.
En Catalunya se llevó más de un disgusto, como cuando le dijo a una señora del Opus Dei que acababa de casar a su hija y que ejerció de anfitriona de una comida en la que estuvo la Reina: "Espero que hayan vivido juntos antes del matrimonio". A la señora no le hizo gracia, se lo contó a sus amigas, y acabó sabiéndose. También trascendió cuando hizo cambiar 7 veces un bikini de Custo Barcelona o cuando modificó el menú del catering aquella vez que fue a inaugurar la nueva sede de Puig.
Todos esos detalles le llevaron no solo a ser más cauta, sino a dejar de frecuentar a esas personas con las que comía, cenaba, iba de concierto y lo que hiciera falta. Le da mucha pena, porque en Barcelona viven su hermana Telma y su sobrina Amanda, y porque pasó muy buenos datos en Catalunya, pero ha perdido la confianza en sus amistades de allí, y sin confianza no le queda nada.

